En una tarde con tu familia, un chiringuito de playa, una terraza de un bar de gasolinera... En todas estas situaciones suele aparecer un elemento mobiliario tan útil como infravalorado, la silla de plástico blanca. Nos acompaña en momentos vitales de todo tipo, en todas circunstancias, es un elemento moderno casi omnipotente en cuando se hace un plan en verano. Cada silla puede contar miles de historias y conoce perfectamente la vida de cientos de personas distintas. No habla ni escucha pero sin ella el mundo moderno sería distinto. 
 
Estando alojado en Polonia en el año 2024, donde el clima es frio y duro y las charlas ocurren entre cuatro paredes debido a la inclemencia del tiempo, me invadió una sensación de nostalgia por aquellas charlas y encontré en la omnipresente silla de plástico un significado más profundo. 
 
La silla, apoyada en la orilla del mar de una noche templada de verano, sirve como símbolo para la representación de un anhelo a una conversación, unos sentimientos, una persona... Es la representación de lo que en un día hubo, un objeto inerte empapado de la propia naturaleza humana, que simboliza casi una presencia fantasmal al mostrar una energía que ya no se encuentra presente.